La leishmaniosis canina es una grave enfermedad que se transmite a través de picadura de mosquito, es producida por un parásito (protozoo microscópico) del género Leishmania.
Cuando un mosquito (flebotomo) pica a un perro infectado, toma parásitos de su sangre. Dentro del estómago del mosquito el parásito cambia de forma y se reproduce, teniendo así la capacidad de producirse el contagio. Cuando la hembra vuelve a picar , deposita los parásitos en la sangre y lentamente los parásitos se dispersan. Ésta es la única forma de contagio conocida, a través del mosquito.
Puede afectar a perros de cualquier raza y edad, aunque hay algunas razas que parecen ser más susceptibles como el boxer, el pastor alemán o el doberman y otras que parecen más inmunes como el podenco ibicenco. También hay zonas geográficas donde aparece con mayor frecuencia debido al clima y a la mayor concentración de mosquitos.
Los síntomas son muy variados ya que puede afectar a diversos sistemas u órganos. Los más frecuentes son los cutáneos, que aparecen en la mayoría de los perros enfermos, como pelo sin brillo, descamación (caspa), dermatitis y úlceras. Los síntomas generales como adelgazamiento, apatía, pérdida de masa muscular, cojeras o fiebre, son también muy frecuentes. También es amplio el número de lesiones oculares que se encuentran en estos perros. En cuanto a los órganos internos más afectados son el riñón, el hígado y el digestivo, con signos clínicos como diarrea y vómito.
Todos estos síntomas no son exclusivos de la leishmania por lo que será necesaria la confirmación del laboratorio para relacionar los signos clínicos con la enfermedad.
En zonas donde es frecuente esta enfermedad, de forma rutinaria se realizan controles anuales en sangre para detectar de forma temprana un posible contagio.
Hay que tener en cuenta que la leishmaniosis es una enfermedad crónica en el perro y que el tratamiento tendrá más éxito si se hace en las fases iniciales de la enfermedad.
Los fármacos utilizados se aplican mediante inyección y el tratamiento puede durar varias semanas, aunque hoy existen también tratamientos orales. Son frecuentes las recaídas , pudiendo necesitar varios tratamientos incluso un fármaco diario para prevenirlas.
Los medicamentos disponibles actualmente en el mercado, pueden alargar y mejorar la calidad de vida de nuestro perro, llegando incluso a no percibir su enfermedad. Tendremos que estar alertas a posibles recaídas, aunque en realidad es difícil saber si es una recaída de la enfermedad o es una nueva picadura de otro mosquito.
Es lo más importante de esta enfermedad. La primera forma de prevención es evitar el riesgo de sufrir picaduras de mosquito. Para ello existen en el mercado diversos productos que actúan como repelentes y que aplicados regularmente disminuyen las posibilidades, aunque no las eliminan. Un mosquito que no pica, no transmite la leishmaniosis.
Se recomienda mantener al perro dentro de casa desde el atardecer al amanecer en los meses cálidos, aunque en algunos climas esto resulta difícil pues son las horas posibles para salir a pasear. Utilizar mosquiteras en los casos que la mascota ha de dormir en el exterior.
Hoy en día existe una vacuna contra la leishmaniosis con un alto nivel de eficacia. Se administra únicamente en perros sanos, por lo que es necesario la confirmación de que no padece la enfermedad. La base de la vacuna es el aumento de inmunidad frente al parásito de forma que si se produce la picadura con un mosquito infectado , el propio sistema inmune del perro sea capaz de vencer la infección y no desarrolle la enfermedad. Aunque si que es cierto que pueden aparecer algunos efectos secundarios, ninguno nos parece tan grave como padecer esta enfermedad potencialmente mortal.
Como ninguna de estas medidas por si sola es eficaz al 100% , una combinación de ambas será la mejor forma de prevenir la leishmaniosis.
En cuanto al riesgo de contagio para las personas, nuestra respuesta frente a la infección es muy intensa y eficaz, siendo capaz de impedir el desarrollo de la enfermedad. Este riesgo aumenta en caso de que la persona sufra SIDA o alguna inmunodeficiencia grave.
La lógica nos hace pensar que el riesgo de padecer la infección no aumenta por tener una mascota en casa, aunque ésta padezca la enfermedad, ya que las picaduras las podemos recibir en cualquier lugar.
La detección precoz de la enfermedad, aumenta las posibilidades de éxito del tratamiento y disminuye el riesgo de contagio.